Matt Groening canalizaba sus angustias dibujando una historieta protagonizada por tres conejos antropomórficos el titulo de la historieta cambiaba de nombre según el día, el humor, el retrazo en el pago de la renta en incluso el clima, variando de: “La vida es un infierno”, “La vida en el infierno” o “El amor es un infierno”.
La historieta se centraba en un conejo de aspecto temeroso y fracasado, con largas orejas y dibujado a trazos muy simples, de nombre Binky; su novia llamada Sheba, otra coneja que siempre esta enojada y trata de evitar las muestras de cariño; y Bongo, un conejito de una sola oreja, marginado, odiado por sus compañeros de escuela e hijo perdido de Binky.
La pareja protagoniza una suerte de manual de auto-conocimiento para atravesar esos momentos de indefinición en los que no se sabe si el resto de la vida será el infierno o el paraíso; esa incertidumbre del purgatorio que obliga a pensar que sólo existe el infierno. El purgatorio vendría a ser este lugar entre la felicidad y la miseria absolutas que es la vida, Groening juzgaba la vida de acuerdo a cuán miserable solía ser su propia vida.
La vida es un infierno, el trabajo es un infierno; la escuela es un infierno: ésos son algunos de los títulos que llevan las tiras de Binky, Sheeba y Bongo.
No eran los mejores dibujos del mundo, pero sí eran las frases más cínicas que podían conseguirse en el mercado.
Al paso de los años alguien le pregunto a Groening, ¿Porque dibujar un conejo?, a lo que Groening con tono cínico contesto: porque es muy fácil dibujar un conejo, cualquiera lo puede dibujar.
Estaban acompañados de dos personajes idénticos Akbar y Jeff, dos extraños y pequeños seres humanos vestidos a lo Charlie Brown pero con aspecto mutado, con playeras con grecas y gorritos egipcios llamados Fez, estos personajes mantienen una relación de naturaleza desconocida… puede que sean hermanos, pero la mayoría de las veces se diría que son novios; lo único seguro es que viven permanentemente entre el odio y el amor, entre la dicha y el maltrato, entre el cielo y el infierno.
Crea un mundo para estos conejitos, apoyando las historias con muchos otros personajes, e incluso en algunos casos el mismo Groening se retrata dentro de las historias.
Después de ser el “biógrafo fantasma” con aspiraciones literarias, Groening se encontró trabajando en una pizzería en Sunset Boulevard.
El movimiento punk se encontraba en su punto más alto y eso le permitió vender a los jóvenes vestidos de cuero y picos en la cabeza, sus propios dibujos fotocopiados, y se coloco entre las revistitas punk de un lugar hoy legendario llamado Whisky a Go Go.
No tardaría demasiado en meter sus dibujos en los periódicos callejeros de la ciudad, ni en hacerlo en el hoy desaparecido “Los Angeles Reader”.
Fue en este periódico, donde trabajo de todo, fungió desde repartirlo hasta editor de algunas notas y llego a hacerse cargo de una columna de “chismes” sobre rock.
Fue un momento complicado: “El problema era que yo no sabía nada de chismes”, dice Groening. Sus columnas terminaron consistiendo en unos cuantos párrafos autobiográficos sobre su familia, sus traumas, el trabajo y su vida en general, sin la intermediación de los conejos dibujados que protagonizaban sus historietas. Lo que Groening sabía era que no quería hacer esa columna toda su vida, y llegó al punto de inventar las reseñas de recitales a los que no había asistido e incluso a reseñar las presentaciones y los discos de bandas que ni siquiera existían. Es decir, consiguió que le retiraran la columna y pudo dedicarse a lo que más le gustaba: aquellos conejos semanales.
Entre 1980 y 1983, Binky, Sheeba y Bongo, las liebres antropomorfas de Life in Hell, pasaron de salir en un par de publicaciones subterráneas a leerse en más de veinte periódicos y revistas. Gracias a los buenos oficios de la que seria su esposa Deborah Kaplan, otra editora del diario donde trabajaba, gracias a ella, convirtió sus pequeñas caricaturas, en toda una empresa, fue idea de ella el vender la tira cómica a todos los periódicos del país y comercializarlas en camisetas y vasos, lo que dio paso a que el productor James L. Brooks conociera el trabajo de Groening y le invitara a platicar a su oficina.
Podemos entender porque este trabajo de Groening es tan personal, al grado de preferir inventar cinco personajes nuevos antes de entregar sus conejos a la TV.
Life in Hell nos dice que ése es el pequeño infierno personal con el que a todos nos toca vivir.
La historieta se centraba en un conejo de aspecto temeroso y fracasado, con largas orejas y dibujado a trazos muy simples, de nombre Binky; su novia llamada Sheba, otra coneja que siempre esta enojada y trata de evitar las muestras de cariño; y Bongo, un conejito de una sola oreja, marginado, odiado por sus compañeros de escuela e hijo perdido de Binky.
La pareja protagoniza una suerte de manual de auto-conocimiento para atravesar esos momentos de indefinición en los que no se sabe si el resto de la vida será el infierno o el paraíso; esa incertidumbre del purgatorio que obliga a pensar que sólo existe el infierno. El purgatorio vendría a ser este lugar entre la felicidad y la miseria absolutas que es la vida, Groening juzgaba la vida de acuerdo a cuán miserable solía ser su propia vida.
La vida es un infierno, el trabajo es un infierno; la escuela es un infierno: ésos son algunos de los títulos que llevan las tiras de Binky, Sheeba y Bongo.
No eran los mejores dibujos del mundo, pero sí eran las frases más cínicas que podían conseguirse en el mercado.
Al paso de los años alguien le pregunto a Groening, ¿Porque dibujar un conejo?, a lo que Groening con tono cínico contesto: porque es muy fácil dibujar un conejo, cualquiera lo puede dibujar.
Estaban acompañados de dos personajes idénticos Akbar y Jeff, dos extraños y pequeños seres humanos vestidos a lo Charlie Brown pero con aspecto mutado, con playeras con grecas y gorritos egipcios llamados Fez, estos personajes mantienen una relación de naturaleza desconocida… puede que sean hermanos, pero la mayoría de las veces se diría que son novios; lo único seguro es que viven permanentemente entre el odio y el amor, entre la dicha y el maltrato, entre el cielo y el infierno.
Crea un mundo para estos conejitos, apoyando las historias con muchos otros personajes, e incluso en algunos casos el mismo Groening se retrata dentro de las historias.
Después de ser el “biógrafo fantasma” con aspiraciones literarias, Groening se encontró trabajando en una pizzería en Sunset Boulevard.
El movimiento punk se encontraba en su punto más alto y eso le permitió vender a los jóvenes vestidos de cuero y picos en la cabeza, sus propios dibujos fotocopiados, y se coloco entre las revistitas punk de un lugar hoy legendario llamado Whisky a Go Go.
No tardaría demasiado en meter sus dibujos en los periódicos callejeros de la ciudad, ni en hacerlo en el hoy desaparecido “Los Angeles Reader”.
Fue en este periódico, donde trabajo de todo, fungió desde repartirlo hasta editor de algunas notas y llego a hacerse cargo de una columna de “chismes” sobre rock.
Fue un momento complicado: “El problema era que yo no sabía nada de chismes”, dice Groening. Sus columnas terminaron consistiendo en unos cuantos párrafos autobiográficos sobre su familia, sus traumas, el trabajo y su vida en general, sin la intermediación de los conejos dibujados que protagonizaban sus historietas. Lo que Groening sabía era que no quería hacer esa columna toda su vida, y llegó al punto de inventar las reseñas de recitales a los que no había asistido e incluso a reseñar las presentaciones y los discos de bandas que ni siquiera existían. Es decir, consiguió que le retiraran la columna y pudo dedicarse a lo que más le gustaba: aquellos conejos semanales.
Entre 1980 y 1983, Binky, Sheeba y Bongo, las liebres antropomorfas de Life in Hell, pasaron de salir en un par de publicaciones subterráneas a leerse en más de veinte periódicos y revistas. Gracias a los buenos oficios de la que seria su esposa Deborah Kaplan, otra editora del diario donde trabajaba, gracias a ella, convirtió sus pequeñas caricaturas, en toda una empresa, fue idea de ella el vender la tira cómica a todos los periódicos del país y comercializarlas en camisetas y vasos, lo que dio paso a que el productor James L. Brooks conociera el trabajo de Groening y le invitara a platicar a su oficina.
Podemos entender porque este trabajo de Groening es tan personal, al grado de preferir inventar cinco personajes nuevos antes de entregar sus conejos a la TV.
Life in Hell nos dice que ése es el pequeño infierno personal con el que a todos nos toca vivir.
Vuelvo a comentar porque se me desapareció la entrada anterior, la de Groening. Interesante su vida, no sabía que había pasado por "chambitas" antes de ser creador de monitos.
ResponderEliminarTengo varias tiras de Life In Hell, y como comentaba en la entrada anterior, medio me recuerdan a laa Fábulas Pánicas de Jodorowsky, al menos porque abordan temas filosóficos, la estulticia que solemos cargar encima y lo que mencionas de la relación de Ackbar y Jeff que siempre me hace reir cada que releo las tiras donde salen ellos.
Y de acuerdísimo con Groening en cuanto no enviar a los conejos a la TV; quién sabe qué hubiese pasado (aunque hacen cameos en un videojuego de Los Simpsons)