sábado, 10 de octubre de 2009

El recuerdo de una leyenda

Hoy hace 5 años, falleció uno de los actores a los que más respeto le he tenido, no solo por ser la figura icónica de mi infancia, sino por haber dado al mundo del cine una nutrida variedad de actuaciones, y posteriormente con su accidente que le dejo paralizado, continuo trabajando, hasta los últimos momentos de su existencia física. Estoy hablando del maestro Christopher Reeve.


Nace un 25 de septiembre de 1952 en Nueva York. Su padre, Franklin, era profesor, novelista y traductor, y su madre, Barbara, periodista.

Tras el divorcio de sus padres en 1956, él y su hermano, Benjamin (1953), crecieron en Princeton, Nueva Jersey, a cargo de su madre, que se volvió a casar unos años después y le dio otros dos hermanos, Jeff y Kevin.

Sin embargo pronto se inclinó por el camino de la actuación, ya que a los 15 años se presento en el Festival de Teatro de Williamstown, y desde entonces ya no se detuvo. Alternaba sus estudios en Princeton Day School con su participación en una compañía de teatro profesional, con su afición al hockey sobre hielo y con la música, puesto que también cantaba en un coro y ejercía de ayudante del director de orquesta de la escuela.


Deportista nato, excelente nadador, aficionado al hockey sobre hielo y la equitación además de ser piloto licenciado, su imagen física muy atlética, y una estatura de 1,93 metros ademas de la apariencia de chico sano y bonachón, sumado a su parecido al héroe del cómic, le valieron el papel de Clark Kent en Superman (1978), de Richard Donner, una costosa superproducción que contó con un reparto tan brillante (Marlon Brando, Susannah York, Glenn Ford, Terence Stamp, Trevor Howard) como opaca fue su calidad, hecho que no incidió en absoluto en detrimento del filme, a juzgar por su impresionante éxito comercial.

Reeve, que cobró 250.000 dólares por ese primer trabajo protagonista (nada comparados con los 14 millones que percibió Brando por su breve papel secundario), los empleó en una nueva casa que ocupó con su flamante esposa, la agente de modelos británica Gae Exton, madre de sus dos primeros hijos, Matthew (1979) y Alexandra (1982).

Se comentaba ya entonces que Reeve no se podía quitar de encima el personaje. Que aquel éxito lo enterró en vida, igual que le había ocurrido a Johnny Weismuller con Tarzán o a Bela Lugosi con Drácula. Desafortunadamente… tenían razón, ya que Reeve se afanaba en demostrar una y otra vez su talento sin conseguirlo.


Pero eso no detuvo su vida como actor, y dejo constancia en películas como El reportero de la calle 42 (1987), de Jerry Schatzberg; Interferencias (1988), de Ted Kotcheff; ¡Qué ruina de función! (1992), de Peter Bogdanovich; Las bostonianas (1984) y Lo que queda del día (1993), de James Ivory; Sin palabras (1994), de Ron Underwood; El pueblo de los malditos (1995), de John Carpenter, o Libre de sospecha (1995), de Steven Schachter. Y, en los escenarios, en montajes como Fifth of July (1980-1982) o Las bodas de Fígaro (1985).

Entretanto, Reeve se divorció de su primera esposa en 1987 y cinco años más tarde, en 1992, se volvió a casar con la actriz Dana Morosini, madre de su hijo Will (1992) y su fiel compañera hasta el final.

El 27 de mayo de 1995 marcó la vida futura de Christopher Reeve. Participaba en un concurso hípico en Charlottesville, Virginia, cuando una caída de su caballo le provocó la fractura de dos vértebras cervicales y le seccionó la médula espinal. Desde entonces permaneció en una silla de ruedas, con respiración asistida. Fue quizás el fuerte contraste entre el personaje de ficción que lo lanzó al estrellato, y las consecuencias físicas del accidente sufrido lo que añadía más pena a la tragedia.


Pero el actor, lejos de ocultarse en lo que habría sido una comprensible ausencia de los medios, con una insólita fuerza de voluntad, convirtió su imagen de superhombre mermado en referente de la lucha de los que padecen una lesión similar, y el héroe de celuloide perdió grandeza frente al aliento vital y la actitud ejemplar del hombre inmenso que había en Christopher Reeve.

Reeve se rompía la camisa ante la desgracia y veíamos de nuevo el escudo en su pecho. Creó la Christopher Reeve Paralysis Foundation, y no dejo de luchar. Escribió una biografía, Still Me, cuya producción en disco le valió el Grammy a Mejor Album Hablado de 1999.

En 2002 publicó otro libro: Nothing is Impossible; Reflections of a New Life; y continuo participando en el cine y la televisión, como director, productor ejecutivo y actor; en 1996 rodaba A Step Toward Tomorrow; en 1997 In The Gloaming; y en 1998 la versión del clásico de Hitchcock La ventana Indiscreta. Por este papel fue nominado al Globo de Oro.

Además, participo en dos episodios de la serie Smallville como estrella invitada: La Piedra Rosetta, de la segunda temporada, y El Legado de la tercera. En ambos interpreta al Dr. Virgil Swann, un científico billonario que descubre en sus satélites un mensaje cifrado de Krypton e investigando halla a Clark para ayudarlo.

Falleció a causa de un ataque al corazón. Tenía 52 años.

Confesaré, que me dolió mucho cuando los medios de comunicación hicieron público su accidente ecuestre, ya que tenía poco tiempo de ser presentada al publico la historia en comic de “La Muerte de Superman”.

Posteriormente ver la película de la ventana indiscreta, propicio que la piel se estremeciera, e incluso me entro una basurita en el ojo.

Despues en la serie de Smalville, y los finales de capítulo invitando a participar en la fundación Reeve…


Pero la mañana de hace cinco años, cuando me entere de su fallecimiento, no pude evitarlo y llore, incluso amistades me dieron el pésame, ya que sabían de la admiración que le tenia al actor, y a su trabajo en la fundación.

Sea esto pues un homenaje a CHRISTOPHER REEVE el HOMBRE DE ACERO.

No hay comentarios:

Publicar un comentario