Generalmente, cuando se acerca la fecha en del partido clásico entre los equipos de futbol americano de la UNAM y del IPN, comienzan a circular en varios medios las clásicas comparaciones entre ambas universidades.
Principalmente a que hay una rivalidad amistosa, lo que significa que, para la mayoría, es motivo de cierta especie de burla, de poder hecharle “carrilla”, oportunidad de que si en tu familia hayan personas que estudien o estudiaron en alguna de las dos instituciones, puedan molestarse mutuamente.
Pero existen también individuos que no lo ven como un juego, que lo ven como una oportunidad de desquitar sus frustraciones, o que simplemente aprovechan la oportunidad de ocasionar desmanes, los denominados grupos porriles.
En mi opinión, el partido es solo eso, un juego en el que el fin es divertirse, o competir, pero de una manera sana. Al final de cuentas, todas las instituciones educativas merecen respeto, tanto por parte de las demás escuelas, como de su propia comunidad estudiantil.
Aunque esto es muy difícil de lograr, ahora veo que ya no existe esa brecha tan amplia que había en años anteriores, donde si eras de una escuela, tú la defendías a capa y espada, pensando incluso que en la escuela en la que estudiabas, era la única que importaba realmente.
La pregunta que en ocasiones me hago es que si llegará el punto en el cual no importa si eres de tal o cual escuela, puedas interactuar con los demás sin que exista el prejuicio de que eres de la UNAM, de la IBERO, del POLI o de cualquier escuela.
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